Cuando la restricción del aborto se convierte en una cuestión de derechos humanos

Cuando nos reunimos con Asyiah Nagudi en su casa alquilada de una sola habitación en el distrito de Mukono, las lágrimas corren por sus mejillas mientras nos cuenta las penurias económicas por las que ha pasado en el último año.

Nagudi afirma que su marido la abandonó en 2015 al enterarse de que estaba embarazada de su segundo hijo.

“No puedo permitirme dos comidas al día para mis dos hijos”, dice.
La joven, de 25 años, afirma que concibió seis meses después de su primer parto, algo que irritó a su marido y provocó su separación.
Pero Nagudi ha achacado desde entonces el controvertido embarazo a un anticonceptivo hormonal inyectable que le falló.

Me quedé de piedra cuando me enteré de que estaba embarazada de nuevo”, dice con pesar esta madre de dos hijos, y añade: “Hubiera abortado, pero no tuve oportunidad”. No tuve elección”.