Consecuencias imprevistas de la pandemia de COVID-19 en la salud sexual y reproductiva de los jóvenes

Maternity specialist and pregnant woman with face mask at checkup visit, meeting to talk about pregnancy. Future mother with baby bump asking for medical advice from physician at cabinet desk.

La pandemia de nuevos coronavirus (COVID-19) de 2020 ha llevado a los responsables de salud pública a recomendar una reducción de los servicios sanitarios habituales. Estos servicios se limitan a evaluaciones vitales y urgentes para limitar la propagación de infecciones, proteger al personal sanitario y conservar los equipos de protección personal. Sin embargo, una consecuencia no deseada de la reducción de los servicios es la inaccesibilidad de los servicios de salud sexual y reproductiva (SSR), como la anticoncepción y el cribado y tratamiento de las infecciones de transmisión sexual (ITS). La disminución del acceso a la SSR es de especial importancia para los jóvenes (entre 15 y 24 años), que presentan las tasas más elevadas de embarazos no deseados e ITS. La tasa de ITS ha aumentado por quinto año consecutivo y constituye una crisis de salud pública en sí misma. Una infección por clamidia y gonorrea no tratada puede provocar una enfermedad inflamatoria pélvica (EIP). La EPI puede provocar dolor pélvico crónico, infertilidad tubárica y embarazo ectópico, todo lo cual puede repercutir negativamente en el futuro potencial reproductivo de la mujer.

Los jóvenes acceden habitualmente a los servicios de SSR en los centros de salud (por ejemplo, centros de salud cualificados a nivel federal, departamentos locales de salud pública), centros de Planned Parenthood, centros de salud escolares o vinculados a escuelas, y centros clínicos tradicionales como consultas de pediatría y medicina familiar de atención primaria. Estos lugares suelen ofrecer servicios integrales de salud médica y mental, asesoramiento, reproducción y servicios sociales para los jóvenes, así como recursos tangibles como preservativos, píldoras anticonceptivas y tratamiento de las ITS. A pesar de estos recursos, los jóvenes siguen experimentando barreras para acceder a los servicios de SSR, como la pérdida de confidencialidad, la accesibilidad geográfica y el estigma (es decir, sentimientos de timidez y vergüenza). La generalización de las órdenes ejecutivas de “quedarse en casa”, la reducción de las opciones de transporte público y la reasignación de proveedores que suelen prestar asistencia en lugares frecuentados por los jóvenes no harán sino limitar aún más el acceso.