Mejorar la salud sexual y reproductiva y el bienestar de los jóvenes

Las religiones del mundo tienen una rica historia de compromiso con los adolescentes y los jóvenes. Los líderes religiosos y las organizaciones confesionales asumen la responsabilidad, junto con los padres y el Estado, de educar a los niños, dotándoles de los valores y las habilidades necesarias para llegar a la edad adulta. El imperativo de proteger a los jóvenes, pero también de tomar en serio sus propias experiencias y perspectivas, son principios fundacionales contenidos en la mayoría de las religiones. A los jóvenes religiosos no siempre se les da la voz adecuada dentro de sus tradiciones, pero siguen siendo un elemento importante y permanente en todas las comunidades confesionales, que continúan desafiando y refrescando todas las tradiciones religiosas.

Dada la naturaleza holística de gran parte del trabajo que llevan a cabo las organizaciones confesionales, a menudo ofrecen múltiples puntos de entrada para relacionarse con los adolescentes y los jóvenes. La mayoría de las organizaciones confesionales tienen algún tipo de grupo juvenil, culto juvenil, formación juvenil o programa de liderazgo juvenil. Además, las organizaciones religiosas gestionan escuelas, centros de salud y programas de formación profesional, así como otros programas de ayuda a huérfanos y jóvenes vulnerables, como inmigrantes y refugiados. Estos servicios son plataformas “listas” para el compromiso, que actualmente están siendo infrautilizadas por la ONU. Las organizaciones confesionales locales y los líderes religiosos están arraigados en las comunidades locales y, con frecuencia, sus redes pueden llegar mucho más allá del alcance de la ONU o del Estado. Esto significa que su prestación de servicios y su presencia y compromiso más amplios con las comunidades locales son ricos en capital social.

La religión ejerce una influencia significativa en la vida de los jóvenes, pero la realidad es que el impacto de este compromiso no siempre es benigno. El historial de las organizaciones confesionales es desigual: a veces promueven la capacitación y fomentan la protección, y otras veces suprimen los derechos de los jóvenes y obstaculizan su bienestar. Algunas organizaciones confesionales fomentan la violencia y la intolerancia entre los jóvenes y no protegen a los jóvenes vulnerables de la violencia y los abusos ni piden cuentas a los responsables. Otras formas más sutiles de opresión se ejercen cuando las organizaciones confesionales niegan a los jóvenes el acceso a la información y no cumplen con su deber de educar a niñas y niños para que puedan desarrollar su potencial.

Los estudiosos de la religión han escrito mucho sobre la espiritualidad de los jóvenes, pero se ha prestado relativamente poca atención a cómo el aspecto psicológico del crecimiento espiritual puede influir en el comportamiento de los adolescentes y los jóvenes. Aunque la ONU reconoce la dimensión religiosa de los niños y los jóvenes en la Convención sobre los Derechos del Niño[i], a menudo se limita a proteger la libertad individual de participar en actividades religiosas y se relega a la esfera privada. Se necesita una apreciación más profunda de que la fe personal es un asunto tanto público como privado, para comprender cómo los valores espirituales, la identidad y la participación de los jóvenes influyen en su capacidad de tomar decisiones informadas en todas las esferas de la vida. Esto debe equilibrarse con el reconocimiento de que los valores religiosos no son el único factor o factor definitorio de cualquier individuo o comunidad, sino que están mediados por la cultura, el género, la etnia, la edad y el estatus socioeconómico. Es necesario que las organizaciones religiosas y la ONU adopten un enfoque más matizado y contextualizado para comprender cómo la religión influye y se ve influida por múltiples factores.

La adolescencia es una época de grandes cambios y crecimiento, en la que los jóvenes negocian con toda una serie de influencias, incluidas las religiosas. Las estrategias, incluido el trabajo sobre salud sexual y reproductiva, que pretenden apoyar el bienestar y la dignidad de los adolescentes y los jóvenes, deben tener más en cuenta los motores internos y externos del bienestar generados por la religión, la espiritualidad y el trabajo de las organizaciones confesionales. Este documento tratará de desentrañar algunas de estas dimensiones y sugerir formas de avanzar hacia una colaboración más fructífera entre las organizaciones confesionales, las Naciones Unidas y las organizaciones confesionales sobre la salud sexual y reproductiva de los adolescentes y los jóvenes.