Los líderes del GFF advierten de la aparición de una crisis secundaria de salud mundial por las alteraciones de la atención primaria debidas al COVID-19

A medida que la pandemia de COVID-19 se extiende por los países de renta baja y media-baja, los líderes mundiales de la salud y el desarrollo han advertido hoy del creciente riesgo de que se produzcan trastornos generalizados en el acceso a los servicios de salud reproductiva, materna, neonatal, infantil y adolescente y de nutrición, y han instado a que se tomen medidas inmediatas para prevenir una crisis secundaria de salud mundial. Una rápida encuesta realizada en los 36 países que actualmente reciben ayuda del GFF reveló que casi la mitad de ellos ya están informando de interrupciones del servicio que ponen en peligro la vida.

La advertencia procede de los máximos representantes del Grupo de Inversores del Mecanismo Mundial de Financiación (GFF), en respuesta a los nuevos descubrimientos de que la pandemia de COVID-19 está deteniendo la prestación en los países que reciben ayuda del GFF de servicios esenciales como las visitas de atención prenatal, los partos asistidos, la vacunación infantil y el acceso a la planificación familiar, que han sido factores clave en las recientes reducciones mundiales de la mortalidad materna e infantil. Es probable que estas alteraciones provoquen un aumento significativo de las enfermedades y muertes maternas e infantiles evitables.

Existen pruebas considerables del brote de ébola de África Occidental de 2014-16 sobre el enorme impacto negativo que estas emergencias sanitarias pueden tener en el acceso a los servicios básicos de salud y nutrición. Las nuevas estimaciones de los investigadores de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins sugieren que, en un escenario en el que el COVID-19 provoque alteraciones similares a las observadas en África Occidental durante el brote de ébola, casi 1,2 millones de niños y 57.000 madres podrían morir en tan sólo los próximos seis meses. Esto representaría un aumento del 45% con respecto a los niveles actuales de mortalidad infantil.