La comunidad internacional se está movilizando para limitar la propagación del síndrome respiratorio agudo grave por coronavirus 2 y reducir la mortalidad por COVID-19. A 1 de mayo de 2020, más de 237 000 personas han muerto a causa del COVID-19, y las estimaciones de muertes futuras se cuentan por millones. Los gobiernos están respondiendo a nivel local, nacional, regional y mundial, y las autoridades sanitarias están elaborando orientaciones para los sistemas de salud y el público. Al sopesar sus opciones, los responsables políticos deben considerar no sólo los efectos inmediatos de la pandemia sobre la salud, sino también los efectos indirectos de la pandemia y de la respuesta a la misma. Un análisis del brote de 2014 del virus del Ébola en África Occidental mostró que los efectos indirectos del brote fueron más graves que el propio brote. Aunque las tasas de mortalidad por COVID-19 parecen ser bajas en niños y en mujeres en edad reproductiva, estos grupos podrían verse afectados de forma desproporcionada por la interrupción de los servicios sanitarios habituales, especialmente en los países de ingresos bajos y medios (PIBM).
En epidemias anteriores, los sistemas sanitarios han tenido dificultades para mantener los servicios rutinarios y la utilización de los servicios ha disminuido. Como señala la OMS, “las personas, los esfuerzos y los suministros médicos se desplazan para responder a la emergencia. Ello conduce a menudo a la desatención de los servicios sanitarios esenciales básicos y regulares. Las personas con problemas de salud no relacionados con la epidemia tienen más dificultades para acceder a los servicios sanitarios.” Un estudio sobre la epidemia de 2014 de la enfermedad por el virus del Ébola estimó que, durante el brote, la cobertura de la atención prenatal disminuyó 22 puntos porcentuales, y se produjeron descensos en la cobertura de la planificación familiar (6 puntos porcentuales), el parto en centros sanitarios (8 puntos porcentuales) y la atención posnatal (13 puntos porcentuales). Los estudios cualitativos sugieren que estas reducciones se debieron al miedo a contraer el virus del Ébola en los centros sanitarios, a la desconfianza en el sistema sanitario y a los rumores sobre el origen de la enfermedad. Durante la epidemia de síndrome respiratorio agudo grave de 2003, la atención ambulatoria disminuyó entre un 23% y un 9% en Taiwán y la atención hospitalaria entre un 35% y un 2%. Los modelos simulados de pandemias de gripe también predicen reducciones en la utilización de los servicios sanitarios.