En los últimos años, el concepto de resiliencia ha ganado cada vez más atención como componente crucial en los esfuerzos por promover el crecimiento económico y el desarrollo. Este es especialmente el caso de los países en los que una gran parte de la población se enfrenta a la pobreza crónica, la mala salud y repetidas crisis económicas y medioambientales. Un organismo donante internacional define la resiliencia como “la capacidad de las personas, los hogares, las comunidades, los países y los sistemas para mitigar las perturbaciones y tensiones, adaptarse a ellas y recuperarse de ellas, de manera que se reduzca la vulnerabilidad crónica y se facilite el crecimiento integrador” (USAID 2012) Aunque las definiciones de resiliencia varían, suelen reflejar el compromiso de reducir la vulnerabilidad y fomentar la capacidad de adaptación de los hogares y las comunidades para responder con rapidez y eficacia a las nuevas circunstancias.
Dos elementos clave importantes para la resiliencia -pero que a menudo se omiten en programas y definiciones de resiliencia como la anterior- son la necesidad de satisfacer la demanda de planificación familiar voluntaria (PF) y de ayudar a las personas a adaptarse al cambio climático. La PF voluntaria permite a las mujeres evitar embarazos no deseados y programar y espaciar sus partos, lo que conlleva beneficios a corto y largo plazo que pueden promover la resiliencia. Los datos demuestran que evitar los embarazos no deseados y planificar el momento y el espaciamiento saludable de los embarazos puede mejorar la salud y reducir las muertes de madres e hijos (Sing, Darroch y Ashford, 2014). Además, cuando las mujeres dedican menos tiempo y energía al embarazo, la lactancia y el cuidado de los hijos gracias a un mayor acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, es más probable que amplíen su participación en los medios de subsistencia y la población activa, y que alcancen un mayor nivel educativo. Estos resultados pueden dar lugar a una mejora de los ingresos que, a su vez, puede utilizarse para mejorar la salud, la nutrición y la seguridad alimentaria de los hogares, aumentando su capacidad para hacer frente a las crisis y recuperarse de ellas. Además, reforzar el derecho de la mujer a decidir si tener o no hijos, así como la frecuencia y el número de los mismos, aumenta la equidad y puede ser un componente crucial del desarrollo de la resiliencia, especialmente para las mujeres rurales que a menudo viven lejos de los servicios sanitarios. A nivel de la población, el acceso equitativo a la PF voluntaria puede contribuir a fomentar la resiliencia al reducir el crecimiento de la población y apoyar unidades familiares más sanas y estables, lo que permite a las comunidades y los gobiernos seguir mejor el ritmo de la prestación de servicios básicos del sector social (Bremner, Patterson y Yavinsky 2015).
Ayudar a las comunidades a adaptarse y hacer frente a los efectos del cambio climático protegiendo recursos naturales como los bosques, los ecosistemas marinos y las costas también puede contribuir en gran medida a aumentar la resiliencia. Reducir la deforestación y la degradación y proteger los bosques son medios importantes para mitigar el cambio climático, ya que los árboles funcionan como sumideros de carbono, reduciendo la cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera (Bonan 2008). En las zonas rurales, donde el rápido crecimiento natural de la población y la inmigración coinciden con una rápida deforestación, ésta suele estar impulsada por pequeños agricultores que desbrozan la tierra para dejar espacio a la agricultura (Rudel et al. 2009). Sin embargo, los motores de la deforestación son complejos, dado que el rápido crecimiento de la población urbana impulsa la demanda de productos agrícolas, y también entran en juego fuerzas e intereses poderosos como el comercio agrícola mundial y la especulación con la tierra (Rudel et al. 2009; DeFries et al. 2010). En la zona del proyecto Tuungane, el acaparamiento de tierras por parte de los pastores de ganado también es una fuente de deforestación, sobre todo alrededor de pueblos con límites que no se han establecido formalmente.