Dos enfermeras que visitaban el lejano puesto de salud de Maharudra, en Baitadi, habían recogido sus cosas, se habían despedido del personal y habían emprendido el camino cuando dos mujeres de la localidad les hicieron señas para que bajaran del jeep. “Queremos un implante”, dijeron.
Las enfermeras dijeron a las mujeres que volverían la semana que viene, pero ellas insistieron: “Hemos caminado tres horas, dejando a nuestros bebés lactantes para conseguir nuestros implantes”. Las enfermeras cedieron, el jeep dio la vuelta y regresó al puesto de salud.
Las mujeres locales tuvieron suerte. Sólo la mitad de los centros sanitarios de Nepal ofrecen los cinco anticonceptivos principales como parte de sus servicios habituales. Los implantes y los anticonceptivos reversibles de acción prolongada (LARC) no son fáciles de conseguir, principalmente por falta de personal formado. Para colmar esa laguna, se visita a los proveedores de servicios en puestos de salud remotos, como éste de Baitadi.
Solo el 43% de todas las mujeres casadas en edad reproductiva de Nepal tienen acceso a anticonceptivos modernos, según el informe de la Encuesta Demográfica y de Salud (EDS) de 2016. Aunque en 1996 era sólo del 26%, sigue habiendo una enorme necesidad insatisfecha de planificación familiar.
El reloj de la población de Nepal tocará los 30 millones el mes que viene, pero el descenso de la tasa de fecundidad del país significa que la población dejará de crecer en tres décadas, cuando alcance los 37 millones. Una mujer nepalí tenía una media de 6 hijos en los años 60, ahora tiene 2, por debajo del nivel de reemplazo de la población.
Las dos mujeres que detuvieron a las enfermeras eran Hasa Sarki, de 23 años, y su hermana Harina, de 20 (en la foto, a la derecha). Hasa ya tiene cuatro hijos, y Harina, dos. Las hermanas viven en la misma casa en la aldea de Lakhulla, a unas tres horas a pie del puesto de salud.
“Cuando nos enteramos de que las enfermeras de implantes estaban aquí, nos largamos, dejando la comida y gritando a mi marido para que cuidara del bebé”, cuenta Harina.
Las hermanas son dalits de una comunidad de agricultores de subsistencia. Hasa se casó a los 15 años y ya tiene tres hijas y un hijo. La tierra no da de comer a la familia, así que el marido de Hasa se va a la India seis meses al año.
“Mi marido y yo decidimos hacer cinco años de prevención del embarazo porque no podemos permitirnos tener más hijos. Estoy muy contenta porque después de hoy estaré a salvo durante cinco años”, añadió Hasa.
Una de las enfermeras, Binda Saud, dice que el número de mujeres que solicitan anticonceptivos incluso en estas zonas remotas está creciendo, pero el único médico formado en la colocación de implantes fue trasladado y no hay nadie que lo haga en el puesto de salud. Por eso el gobierno ha movilizado a 63 proveedores de servicios de visita (PSV) en 14 distritos de Nepal para promover los implantes y los DIU, con el apoyo del Fondo de Población de la ONU y la agencia británica DFID.
La falta de personal formado en implantes es sólo una de las barreras en las aldeas remotas, donde mucha gente sigue creyendo que el control de la natalidad va contra los deseos de Dios. Como consecuencia, las mujeres dan a luz anualmente y muchas sufren anemia, desnutrición y algunas mueren.
“Uno de los peores casos a los que me he enfrentado es el de una mujer que tenía siete hijos y me dijo que quería cinco años de protección, pero cuando empecé el proceso de ponerle un implante en el brazo empezó a temblar y a decir que Dios no la perdonaría; cambió de opinión”, recuerda la otra matrona auxiliar de enfermería, Madhavi Bhatta.
Hay familias en estas montañas remotas donde las madres y sus nueras dan a luz juntas. Laxmi BK, de 37 años, y su nuera Puja BK, de 19, dieron a luz con meses de diferencia. Laxmi se casó a los 14 años y ahora tiene 8 hijos, incluido el más pequeño, de 18 meses. Puja se casó a los 16 años y dio a luz a su primer hijo hace un año.
“No sé mucho de anticonceptivos. Una vez me inyecté, pero me dio una hemorragia y pensé que me iba a morir, así que decidí no volver a hacerlo”, explica Laxmi.
El enfoque del PSV fue puesto a prueba por el Gobierno en el distrito de Ramechhap en 2015 y, tras obtener resultados positivos, se amplió en 2018.
“Es una forma rentable de aumentar sustancialmente la adopción de cinco métodos modernos de planificación familiar en zonas de escaso uso y elevada demanda insatisfecha de anticonceptivos”, explicó Amit Dhungel, de UNFPA Nepal.
El Gobierno también se siente alentado por el éxito de la iniciativa, especialmente en lo que respecta a la planificación familiar. “Los PSV viajan a zonas remotas de difícil acceso para el gobierno”, explica Kabita Aryal, del Departamento de Salud de Katmandú. “Eso llena el vacío de instalaciones sanitarias y personal sanitario”.
Conseguir la anticoncepción adecuada en el lugar adecuado y en el momento oportuno puede cambiar la vida de una mujer nepalí. Esa esperanza se podía ver en las sonrisas de Hasa y Harina Sarki el mes pasado cuando se apresuraban a volver a casa con sus familias con sus nuevos implantes.
Kalawati Chand, de 31 años, de la aldea de Khaligad, en Baitadi, (arriba) recibió un implante en un campamento del PSV hace dos años, y dice que es un gran alivio no tener que preocuparse por quedarse embarazada.
“Ya había abortado dos veces y solía quedarme embarazada todos los años, lo que me impedía centrarme en mis hijos e incluso en la granja. Esto había provocado discordia en la familia”, dijo Kalawati. “Pero ahora tengo más tiempo para mis hijos, mi marido y para ir al campo. Ahora somos más felices”.
Setu Mahata, de 26 años (abajo), esperaba hace poco en el puesto de salud de Udayadev, en Baitadi, a una hora y media a pie de su casa. La madre de dos hijos había estado tomando pastillas, pero se enteró de que iba a haber un PSV y quiso hacerse un implante protector de 5 años.
“Es muy conveniente que la enfermera venga aquí, de lo contrario tendría que pasar dos días yendo a otro puesto de salud, y eso sería caro”, dijo.