La pandemia de COVID-19 está cambiando el panorama de la inmunización y otros servicios de atención primaria en todo el mundo, incluidos los países de ingresos bajos y medios. Aunque la Organización Mundial de la Salud ha emitido orientaciones claras en el sentido de que la inmunización es un servicio esencial que los países deben seguir prestando para prevenir el resurgimiento de enfermedades mortales (por ejemplo, sarampión, poliomielitis, neumonía, tos ferina), los daños causados por el COVID-19 están muy extendidos, sobre todo en los países de renta baja que tienen infraestructuras sanitarias deficientes. Las principales limitaciones son:
- Interrupciones en el transporte: La distribución de vacunas se ha visto interrumpida debido al menor número de vuelos desde los centros de fabricación a los almacenes nacionales y a las limitaciones de transporte dentro del país a las clínicas. Sin vacunas, no hay vacunación.
- Interrupciones del servicio: En muchos países se han suspendido los servicios de extensión comunitaria, un pilar para proporcionar inmunización a poblaciones remotas.
- Reducción de la disponibilidad de los trabajadores sanitarios: los trabajadores sanitarios son desviados a tareas de respuesta a la pandemia y también están preocupados por su propia seguridad. El suministro insuficiente de equipos de protección personal, las barreras prácticas a medidas críticas como lavarse las manos con frecuencia, y el transporte limitado a los lugares de trabajo han deteriorado los servicios.
- Baja utilización de los servicios: La participación de la comunidad en la vacunación también ha disminuido, ya que los cuidadores reciben instrucciones de quedarse en casa y les preocupa acudir a los centros de salud para recibir servicios preventivos.