Margaret Nakanjakke nació en una pequeña aldea de Uganda. De joven, trabajó duro vendiendo hojas de plátano, berenjenas y plátanos al borde de la carretera para mantener a su familia y pagar sus estudios. Estudiante aventajada y a punto de graduarse, Margaret se queda embarazada a los 18 años.
Margaret abandonó los estudios y la echaron de casa. Dio a luz a un hijo, pero se lo quitaron contra su voluntad: no volvería a verlo en 10 años. Obligada a vivir sola, Margaret encontró trabajo como conserje para Reproductive Health Uganda (RHU), donde empezó a aprender sobre sus derechos reproductivos y su salud, planificación familiar y anticoncepción, información y servicios a los que nunca tuvo acceso cuando era niña y adolescente.
“Si hubiera conocido al menos los preservativos o la píldora, no me habría quedado embarazada”, dice Margaret. “Porque yo no quería eso. No se me ocurrió que me iba a quedar embarazada”.
Pero este acceso está en grave peligro.
Se están realizando esfuerzos sin precedentes para hacer retroceder los avances en materia de salud y derechos sexuales y reproductivos en todo el mundo. EE.UU. El restablecimiento en enero por parte de la Administración y la espectacular ampliación de la La Ley Mordaza Mundial dificultará el acceso de millones de niñas y mujeres a los métodos anticonceptivos y la atención sanitaria que necesitan. La semana pasada, el presupuesto propuesto por el presidente de Estados Unidos recortaba drásticamente la financiación de las Naciones Unidas, lo que afectaría a los organismos de la ONU que prestan ayuda humanitaria -incluidas la salud reproductiva y la planificación familiar- en todo el mundo.
Estos cambios en las políticas y la financiación significan que las clínicas sanitarias de todo el mundo se verán obligadas a cerrar; que las familias más pobres del mundo perderán el acceso no sólo a la planificación familiar, sino también a servicios cruciales como la atención sanitaria materno-infantil, las pruebas y el asesoramiento sobre el VIH y la educación sexual integral; y que se pondrá en peligro la prestación de servicios humanitarios insustituibles como el asesoramiento sobre violencia doméstica, los controles del embarazo e incluso el parto seguro.
Este impacto no se limita a las mujeres y las niñas. El acceso a la atención sanitaria reproductiva y a la planificación familiar genera un efecto dominó, creando familias, comunidades, sociedades y economías más sanas y prósperas. Ahora es el momento de construir sobre el progreso, no de invertirlo. Podemos apoyar los sueños de millones de niñas y mujeres como Margaret -y los de sus familias y comunidades-, pero sólo si Estados Unidos protege las inversiones críticas en la salud de las mujeres en todo el mundo.
Con el tiempo, Margaret se casó con el hombre al que ama y tuvo dos hijos más, que planificó utilizando métodos anticonceptivos.
“La gente de aquí abajo es capaz de ser cualquiera”, dijo. “Pero necesitan ayuda… Les digo que nuestras chicas pueden llegar lejos”.