En enero, el presidente filipino, Rodrigo Duterte, emitió una orden ejecutiva en la que pedía la plena aplicación de la llamada Ley de Salud Reproductiva, que daría acceso a métodos anticonceptivos a unos 6 millones de mujeres necesitadas. Según datos del gobierno, se calcula que 2 millones de esas mujeres son pobres y necesitan ayudas públicas para acceder a los anticonceptivos.
Pero a menos que el Tribunal Supremo levante su orden de restricción temporal (OTR) sobre el registro de anticonceptivos, Filipinas podría quedarse sin ellos en 2020.
“Por supuesto, acogemos con satisfacción el apoyo de la presidenta, pero no es suficiente”, declaró a DW Romeo Dongeto, director del Comité de Legisladores Filipinos sobre Población y Desarrollo (PLCPD).
En 2015, el Tribunal Supremo de Filipinas dictó la orden de restricción temporal que impedía al Departamento de Salud adquirir, vender y distribuir el implante anticonceptivo Implanon. La orden se dictó en respuesta a una petición presentada por grupos antiabortistas que alegaban que provocaba abortos.
Cuando el DOH recurrió para que se levantara la orden, el Tribunal Supremo rechazó la moción y en agosto de 2016 amplió efectivamente su efecto cuando dejó en suspenso la renovación de licencias para otros anticonceptivos.
“Hasta la fecha, el reto más serio para la aplicación de la Ley de Salud Reproductiva es la orden de restricción temporal del Tribunal Supremo, que de no resolverse provocaría el desabastecimiento de anticonceptivos en el país, lo que afectaría a más de 13 millones de mujeres filipinas”, afirmó Dongeto.
Una orden ejecutiva presidencial no puede anular la orden del Tribunal Supremo, ya que los poderes ejecutivo y judicial son iguales.
Emergencia de salud pública
La imposición de la OTR durante más de 18 meses ha tenido un efecto drástico en la salud reproductiva y los funcionarios de sanidad del gobierno advirtieron que, de seguir en vigor, el creciente número de embarazos no deseados y muertes maternas podría alcanzar la magnitud de una emergencia de salud pública.
“Desde 2015, cuando se impuso por primera vez la OTR, estimamos que se han producido medio millón de embarazos no deseados”, dijo en rueda de prensa Juan Antonio Pérez, director ejecutivo de la Comisión de Población (POPCOM).
Basándose en las actuales tasas de mortalidad materna de Filipinas, POPCOM prevé que estos embarazos causarán 1.000 muertes maternas al año.
“Eso equivale a la muerte de tres aviones jumbo de mujeres embarazadas al año”, dijo Pérez. “Equivaldría a una emergencia de salud pública si el Tribunal Supremo no levanta su TRO”.
Según un informe de las Naciones Unidas, Filipinas encabeza la lista regional de países asiáticos con un elevado número de embarazos de adolescentes. A escala mundial, las tasas de embarazo adolescente han descendido en las dos últimas décadas, excepto en Filipinas.
Disminución gradual de la oferta
Otra preocupación es la eliminación gradual de los anticonceptivos del mercado. En virtud de la orden de restricción temporal, expiran los registros de productos que permitirían la venta y distribución de anticonceptivos. El efecto total es la eliminación gradual de los anticonceptivos de las clínicas públicas y las estanterías de las farmacias.
Según los datos proporcionados por POPCOM, alrededor del 31%, es decir, unas 15 marcas de certificaciones de anticonceptivos, caducaron en diciembre de 2016. Actualmente hay 48 marcas de anticonceptivos en Filipinas. Hasta la fecha, hay un total de 20 marcas de anticonceptivos cuyos registros de productos ya han expirado.
“Lo que estamos viendo ahora en el mercado son sólo existencias que acabarán agotándose. En 2018, apenas quedarán marcas y en 2020, no habrá más marcas de anticonceptivos disponibles a menos que el Tribunal Supremo levante su orden de restricción”, añadió Pérez.
La OTR afecta a las píldoras anticonceptivas orales, los inyectables y los dispositivos intrauterinos. Aunque la OTR no afecta a los preservativos, el Ministerio de Sanidad afirma que ofrecer únicamente preservativos no responde a la necesidad de tener opciones.
Tras más de una década de intensas presiones, en diciembre de 2012 se aprobó la Ley de Salud Reproductiva. Pero en los años transcurridos desde entonces, la controvertida ley, que promete el acceso a productos de planificación familiar e información, ha seguido dividiendo a este país profundamente católico de más de 100 millones de habitantes.
Inmediatamente después de su aprobación, los grupos provida impugnaron su constitucionalidad, lo que provocó que el Tribunal Supremo paralizara temporalmente su aplicación. En 2014, el Tribunal Superior confirmó la constitucionalidad de la ley. En 2016, se recortó el presupuesto de anticonceptivos del departamento de salud en 21 millones de dólares.
Pero este enfrentamiento con el Tribunal Supremo será su batalla más dura hasta la fecha. Teniendo en cuenta que el Tribunal Supremo es el tribunal de última instancia, si decide confirmar la OTR, el acceso a la anticoncepción podría convertirse en un importante problema de salud pública en Filipinas.
“No quiero ni imaginármelo”, declaró a DW el subsecretario del Departamento de Salud, Gerardo Bayugo. “Quiero creer que se nos seguirá permitiendo suministrar los productos de planificación familiar que pide nuestra gente”.