Kawser y Mohammed se conocieron en un campamento rohingya aquí en 2018 tras verse obligados a huir de sus hogares en Myanmar. “Ella me había visto con mis hermanos y mi madre, mientras que yo la conocí a través de mi hermano. Era demasiado tímido para presentarme en persona”, dijo Mohammed, de 25 años. “Era demasiado guapa para mí, y no estaba seguro de poder soportar su belleza”.
Se casaron y recientemente tuvieron un hijo en un centro sanitario del campamento apoyado por el UNFPA. “Debido a mi temprana edad, tuve que realizar ocho revisiones médicas recomendadas”, dijo Kawser, de 20 años. “Conté con el firme apoyo de mi marido y mi suegra, así como con la ayuda continua de las comadronas, que me recibieron con una sonrisa y la voluntad de escuchar y ayudar”.
Había participado en el Programa de Adolescentes y Madres Jóvenes del UNFPA, una serie de ocho sesiones en las que se enseña a las mujeres no sólo a detectar los peligros del embarazo y los partos seguros, sino también a desenvolverse en la nueva maternidad: la salud materna, el número y espaciamiento de los hijos, el poder de decisión compartido en la familia, las funciones de maridos, esposas y suegros y el bienestar general de las familias. El programa, que ha ayudado a más de 500 adolescentes embarazadas en dos campos de refugiados registrados y cuatro centros de salud, subraya la importancia de implicar a las familias en el apoyo a la salud y los derechos sexuales y reproductivos, de modo que también participen los cónyuges y la familia política.
Una generación con poder
La suegra de Kawser, Nubarhar, observó la marcada diferencia en su propia experiencia. “Veo una enorme brecha contextual y generacional entre mi época de madre en Myanmar y la de mi nuera en los campos de refugiados de Bangladesh”, afirmó. “Ha dado a luz en un centro sanitario y yo la ayudo a cocinar y a buscar agua. En Myanmar, di a luz en casa y tuve cuatro hijos sin nadie cercano. Confío en que las familias tengan poder. Estamos todos juntos en esto”.
Según una encuesta, los partos no hospitalarios, que aumentan el riesgo de lesiones y muerte, han disminuido en las últimas décadas en Bangladesh. La mitad son ahora partos institucionales, un factor importante del aumento de los partos atendidos por proveedores con formación médica.
A través del programa, la joven pareja aprendió sobre planificación familiar. “Tanto mi mujer como yo tomamos la decisión de mutuo acuerdo de espaciar tres años el momento de tener otro hijo”, dijo Mohammed. “Hablamos de encontrar juntos una solución saludable para mi bienestar y mi autonomía corporal”, añadió Kawser.
La situación de los refugiados ya es tensa y difícil; si se les niega un hogar, no se les debe negar también el acceso a la atención sanitaria y a las opciones sobre su cuerpo y sus derechos reproductivos. En estos momentos, Kawser y Mohammed se regodean en la crianza de su hijo de dos meses. “Ahora me encanta ser madre”, afirma.