“Estar embarazada en medio de un contexto humanitario ya es una situación peligrosa, pero para las chicas de entre 15 y 19 años el riesgo de muerte relacionada con el embarazo ya es el doble que para alguien de veinte años. Para las niñas de 10 a 14 años, el riesgo es cinco veces mayor”, afirmó Kesaya Baba, de la Coalición Juvenil por los Derechos Sexuales y Reproductivos, en una reunión celebrada durante la 61ª Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas, en Nueva York.
El acto reunió a jefes de Estado, dignatarios, activistas y socios del sector privado, todos ellos en el marco de Safe Birth Even Here, una campaña mundial para llevar atención sanitaria materna que salva vidas a mujeres y niñas en situaciones de crisis.
Cuando se produce una catástrofe, las mujeres y las niñas suelen ser las más afectadas. Además de enfrentarse a un mayor riesgo de violencia de género, con frecuencia pierden el acceso a los servicios de salud reproductiva.
En 2015, se estimó que el 61% de las muertes maternas se produjeron en crisis humanitarias y entornos frágiles, donde los servicios de salud, como la planificación familiar, la atención prenatal y las parteras cualificadas, pueden ser difíciles de conseguir.
Y las adolescentes se enfrentan a obstáculos especialmente altos para recibir atención.
“Alguien con quien jugar”
Las crisis -incluidas las catástrofes naturales, las guerras y los desplazamientos- aumentan la vulnerabilidad de las mujeres y las niñas a las violaciones, la explotación sexual, los embarazos no deseados, la infección por VIH, los matrimonios precoces o forzados y la discapacidad o muerte maternas.
E incluso cuando existen servicios de salud reproductiva, los adolescentes no suelen tener acceso a ellos.
Las niñas son menos capaces de defenderse por sí mismas y a menudo se enfrentan a la estigmatización cuando buscan esa atención, a pesar de que el embarazo puede ser especialmente mortal para ellas. Las complicaciones relacionadas con el embarazo son una de las principales causas de muerte entre las adolescentes de los países en desarrollo.
Hiba*, de 14 años, refugiada siria en Líbano, se casó hace menos de un año con un hombre de 35 años. Hoy está embarazada de siete meses.
Cuando le preguntaron por su estado en el centro de mujeres Al Mithaq, respondió: “Estoy embarazada porque me casé. Estoy deseando tener pronto un bebé. Tendré alguien con quien jugar”.
El UNFPA llega a las niñas necesitadas
Hiba no está ni mucho menos sola.
Un estudio reciente del UNFPA y la Universidad Americana de Beirut revela que dos de cada cinco niñas refugiadas sirias que viven en zonas vulnerables de Bekaa (Líbano) están casadas a los 17 años.
Estos matrimonios infantiles suelen ir seguidos de una maternidad precoz: El 61% de las chicas casadas de 15 a 17 años declararon haber estado embarazadas al menos una vez.
“Sensibilizar a las niñas a una edad temprana sobre la salud sexual y reproductiva es fundamental aquí en Líbano para protegerlas de cara al futuro”, afirmó el director del centro Al-Mithaq, situado en la zona desfavorecida de Baalbeck, donde se concentra un gran número de niñas afectadas por la crisis.
“El matrimonio precoz se está convirtiendo en algo habitual. Chicas muy jóvenes se casan sin saber nada sobre sexualidad y planificación familiar”, prosigue el director.
En el centro, que ha contado con el apoyo del UNFPA, los trabajadores sociales ponen en contacto a las niñas con información sobre atención sanitaria reproductiva y sus derechos humanos. El UNFPA también ha apoyado a los equipos móviles del centro, que llegan a las niñas y mujeres de la comunidad.
“Les ofrecemos el apoyo que necesitan para dar a luz con seguridad, y seguimos apoyándoles a lo largo del tiempo. Lleva tiempo cambiar de mentalidad”, añadió el directivo.
Parto seguro incluso aquí
Desde 2012, el UNFPA ha desempeñado un papel clave en la respuesta a las necesidades de salud sexual y reproductiva de los afectados por la crisis siria.
Sólo en Líbano, más de 50.000 miembros de la comunidad han recibido información sobre violencia de género y atención a la salud sexual y reproductiva; se han proporcionado suministros de salud reproductiva y anticonceptivos a 214 centros de atención primaria, suficientes para atender a 140.000 personas; y se están llevando a cabo campañas para instar a la población a rechazar el matrimonio infantil.
Aun así, las necesidades son enormes.
Para satisfacer estas necesidades, y las de otras emergencias humanitarias, en 2012 se puso en marcha la campaña del UNFPA Parto sin riesgo, incluso aquí. Se relanzó en 2016 con Benneton como socio clave.
Desde entonces, otros socios se han unido a la campaña, entre ellos Baby Box Ltd, Bayer, General Electric, Google, Hela Clothing, Johnson & Johnson, Moccasin Lake Foundation y Zonta International.
Además de los casi 20 acuerdos que se están desarrollando para impulsar la campaña, se han recaudado aproximadamente 2 millones de dólares para apoyar programas en Centroamérica y África Occidental.
Y en el acto del 20 de marzo en Nueva York, la Escuela de Diseño Parsons anunció un nuevo proyecto con Hela Clothing, para desarrollar una prenda interior limpia y reutilizable que ayude a las mujeres y niñas afectadas por emergencias a mantener mejor su higiene menstrual.
“En 2030, más del 60% de la población mundial vivirá en contextos frágiles. La brecha de la desigualdad será cada vez mayor”, afirmó Chunmei Li, Directora de Impacto Comunitario Global de Johnson & Johnson. “El sector privado puede ayudar a reducir la brecha entre la creciente demanda de ayuda en estos contextos frágiles y las crecientes limitaciones de la ayuda dentro de los presupuestos gubernamentales”.