Lucy Shoniwa ha aprendido a trabajar rápido.
Cuando su clínica móvil de planificación familiar llega a una aldea rural de Zimbabue, cientos de mujeres suelen hacer cola para recibir ayuda. Ahora ella y su equipo pueden colocar unos 70 implantes anticonceptivos y 20 dispositivos intrauterinos, repartir 6.000 preservativos y consultar a docenas de mujeres sobre métodos anticonceptivos de corta duración, como la píldora, todo ello en un solo día.
Pero cuando Zimbabue entró en cuarentena en marzo para intentar frenar la propagación del nuevo coronavirus, muchos de sus pacientes desaparecieron.
Shoniwa, una experimentada enfermera que trabaja para Marie Stopes International, una de las mayores organizaciones de planificación familiar del mundo, afirma que no es porque ya no necesiten sus servicios. Algunos temen acudir a la clínica porque no quieren contraer el virus. Otros, dijo, han informado de que las fuerzas de seguridad los han rechazado en los puestos de control o temen molestar a los líderes locales, que han dado instrucciones a los residentes para que se queden en casa.